Para muchos de nosotros la danza oriental, árabe, danza del vientre o belly dance no sólo es música, diversión o sensualidad. Es mucho más que el movimiento, es sentimiento, es emoción. La parte técnica es importante pero más aún lo es la emoción, esa misma que nos ayuda a conocernos interiormente.
La danza del vientre es una danza retadora desde el principio, por lo menos así fue para mí. Requiere de una conexión de cuerpo, mente y espíritu. Es una herramienta de autoconocimiento, de encontrarnos con nuestras emociones, reconocernos a nosotras mismas y reflejar esos sentimientos en los movimientos armoniosos y sensuales a la vez. Coordinar la cadera, con los brazos, manos, pies, cabeza y sonrisa, y comunicar con cada gesto, no es fácil pero sí posible.
A nivel de espectáculo, y sobre el escenario, estamos acostumbrados a la interpretación de la danza oriental a través de la mujer, pero como hemos visto en otros artículos, no es así. Tanto el los países de origen como en otros, los hombres bailan este estilo, y mucho.
En otros estilos de baile, es necesario ir con una pareja, pero la danza oriental es una danza para nosotros mismos, una forma de expresión y liberación.
¿Cuántas de vosotras habéis ido a una clase de danza del vientre con cara de tristeza, cansadas o preocupadas y habéis salido completamente transformadas? Ana Belén.
Yo recuerdo un día en que una alumna mía se olvidó de ir a buscar a su hijo a la clase de inglés, la culpabilidad luego se apoderó de ella. No debería de ser así, no deberíamos de sentirnos culpables. ¿Por qué? porque nos merecemos unas horas al día para nosotros mismos, para evadirnos, desconectar, cuidarnos y mimarnos. Es una forma de estar bien con nosotros mismos y con nuestro alrededor.
Como bien sabemos aquellas personas que nos cuidamos (y si no lo sabes es porque no te habías detenido a pensarlo todavía), acumular y guardar las emociones lo único que hace es enfermar nuestro cuerpo y alma. Y tarde o temprano, esas emociones acumuladas explotarán, generando no sólo culpabilidad sino también enfermedad.
Así que para evitar esto, contactemos con nuestras emociones, seamos conscientes de ellas para poder desahogarnos de forma consciente.
Utilicemos la danza oriental o danza del vientre para hacernos nuestro tratamiento de liberación emocional.
1.- Libera tu mente.
Y es que la filosofía Zen ya lo dice, el «vacio». El Zen te dice: «Atención plena al momento presente». Y para conseguirlo el zen utiliza el vacio, lo que significa darse cuenta de que realmente no se tiene nada y que nunca se ha tenido nada. Nada que ganar y nada que perder, nada que dar y nada que recibir, ser exactamente así de pobre y sin embargo ser rico en posibilidades inagotables.
En la meditación es observar sin juzgar, los pensamientos pasan y también se van.
Podemos escribir nuestros sentimientos: escribe lo que te enfada, tu miedo o preocupación, aquello que te pone triste, te preocupa.
2.- Libera tu emoción a través del movimiento. Desbloquéalo, bailalo, libéralo.
Las emociones son energía, y la energía se acumula en nuestro cuerpo. Así como el agua cuando no se mueve, se estanca, huele, las emociones se estancan en tu cuerpo y se cristalizan, generando después bloqueos energéticos y síntomas físicos.
Pasos sugeridos:
– Ponte ropa cómoda, quítate collares, relojes, y suéltate el pelo.
– Elige una música, o ponla al azar quizás tiene que ser así.
– Cierra los ojos.
– Enciende la música elegida y baila, baila con tu cuerpo, siguiendo el ritmo.
En la danza oriental hay movimientos ondulantes y otros más de golpe de cadera. Elige música alegre, triste, sólo melodía y también cantada, tranquilizante o simplemente enciende sin pensar.
Si tienes ganas de llorar, llora y deja liberar el agua acumulada o estancada.
Aquí te pasamos algunas sugerencias, desde más calmantes a más movidas:
3.- Escúchate, siéntete.
Ya has liberado mente y cuerpo, ahora toca escuchar.
Después del baile detente durante unos minutos y siente esa liberación. ¿Cómo te sientes mejor, tumbado, sentado, de pie? Permítete sentir, prueba como te sientes más cómodo y libéralo.
Habla contigo mismo o con la persona que quizás estés enfadado (imagínate que la tienes delante). Puedes imaginarte un personaje, o simplemente hablar con tu yo interior, con tu niño dolido o con tu niño alegre.
Cuando termines puedes escribir de nuevo todo lo que te venga a la mente, lo sanado, sentido y vivido.
4.- Mímate.
Puedes abrazarte, inclusive bailar esta vez desde la calma y con unos movimientos de 8. Que tanto nos ayudan a conectar con nosotros mismos.
También puedes tomarte una ducha o un baño, ambientando y aromatizando el espacio con incienso, velas y música relajante.
Disfruta del agua, quédate en calma, sécate con delicadeza, siente esa paz y tranquilidad. Vuelve a abrazarte. Puedes ponerte crema, aceite de almendras. Decide si quieres ir a descansar, leer un libro o ver un película.
¿A qué parecía más difícil de lo que es?
Para terminar os dejo este vídeo donde se habla de la danza como vía para canalizar y desbloquear emociones. Muy recomendable:
Recuerda que: ¡Quien danza su mal espanta!